jueves, 17 de julio de 2008
Extraña visita...
Una mañana, mientras revisaba mis viejas notas, en el negocio de la casa, mientras leve mente adormitado por el no muy lejano sueño, que habia dejado al despertar. MIentras el ambiente inhospito, desolado, y un silencio que dominaba la ciudad.
Las calles estaban desoladas, como un domingo cualquiera, la misa acaba de pasar de la iglesia contigua, y una que otra persona extrañamente se veía pasar por la puerta…
Así en un instante de quietud, extrañamente por la puerta inocentemente y curiosamente entraba un primer visitante, una paloma pintada con matizes blancos y negros rondaba a pasos tímidos y avanzaba lentamente hasta llegar al corredor de la casa que colinda con un pequeño patio central.
Observé por largo rato a este extraño visitante que no se incomodo con mi presencia, así paso a la ante sala, tan cómodamente como que no importara la habitación de la casa, en un instante me acerqué al invitado y este huía levemente de mi, hasta que pude alcanzarlo. Pensé que estaría lastimado y por eso no huía, y no hacia un intento por volar o por escapar.
No pareció agitarse, y seguía tan tranquila como cuando había aparecido, la dejé en el pequeño patio de la casa, mientras esperaba que partiera al cielo como cualquier otra lo hace cuando siente la libertad.
Y no lo hizo, por largo tiempo siguió recorriendo algún que otro rincón de la casa, aun los ladridos de mi perro no la espantaban, y parecía ni siquiera escucharlos.
Así salí esa mañana, a mis juegos dominicales, y ahí quedo ella. Yo me fui pensando que al regreso ya habría de irse, estaba libre, parecía estar bien… No haba razón para pensar que se quedaría…
Y trascurrió la mañana yo en mis juegos mientras no pensaba en el extraño visitante de aquella misma mañana, y termine los juegos y regrese a mi casa, donde aun aguardaba la paloma en el patio.
Fue extraño la horas corrían y aun permanecía aquí, mis pasos pasaban a su lado y no hacia el intento por escapar…
Pasaron mas horas, hasta que un batir de alas y un leve reflejo me hicieron ver entre las persianas de la sala, que había emprendido vuelo.
Se poso sobre el techo de la casa, por un leve momento, aun la vi…. En un instante mas habría partido, y se habría perdido de mi vista…
Y hoy las puertas siguen abiertas, hasta hoy no ha regresado…
jueves, 5 de junio de 2008
El retorno a la Isla de Adarga (Capitulo Final) VII
Luego de navegar un largo tiempo, sobre la línea de mi costa se divisó tierra, era la Isla de Adarga, una vez mas llegaba a esas tierras que una vez ya me habían abrigado, hoy no sabia si en busca de aquel abrigo, porque el azote del frío ya no lo sentía calar en piel como antes, ni la soledad que me ahogaba en miseria, ya nada era igual.
La aventura desprendió el velo de mis sueños, mas sin embargo fue el velo de ello que me iluminó más que el sol, y alimentó mas que el pan.
Lentamente mi barca toco tierra, por largo rato pase aun dentro de mi barca, sin dar un paso, sin levantarme siquiera de donde estaba, aun no sabia porque regresaba, alcé mi vista sobre mis espaladas, y vi. el mar que se perdía con el cielo, todas las venturas y desventuras regresaron a mi mente, la realidad de aquellas aventuras me habían dado una opción de regresar a casa, y aquí estaba, aun dudando poner nuevamente mis pies.
Así después de tanto tiempo estaba nuevamente ahí, y finalmente abandoné mi barca, y puse mis pies en la arena, todo parecía que seguía igual en la isla, las costas, las peñas a lo lejos, y aun mi cabaña que al terminar la costa y comenzar la tierra estaba aun intacta, como que el tiempo la hubiera guardado y protegido de toda inclemencia.
Así su interior guardado como por un retrato mostraba que todo seguía en el mismo sitio, llevé mis pocas cosas que llevaba conmigo y las acomode en mi pequeña cabaña, ahí puse mi diario de navegación y las pocas reservas que aun guardaba. Después de todo ello, y con los recuerdos tan frescos de lo que había sido toda aquella travesía tome mi pluma y aun con el recuerdo de Nix y el recuerdo de aquellos deseos, hice la primera anotación en mi tierra después de aquellos viajes:
Anotación en la Isla de Adarga
(Fue mas fuerte la inclemencia, que todas mis fuerzas, cesaron mis fuerzas y se apagó mi sed, sin poder haber sido saciada.)
Porque nos vimos desnudos y mientras abría mis brazos para descubrir mi pecho, tú te cubrías con mis prendas.
Y nos hundimos ahí en un juego continuo que terminábamos y volvíamos a empezar, mientras la piel y nuestras vestimentas se rasgaban ante nuestros ojos y nuestros rostros se empapaban de un resplandor que luego cristalizaba los sueños para que nuestras manos los rozaran e hicieran polvo.
Nuestras ropas se entregaron a las cenizas que luego solo teñían de negro nuestra fortuna.
Y ese fuego se alimento de nuestras emociones y fueron brazas que ardían hasta en nuestros huesos que temblaban de soledad, y buscamos la carne para luego extraviarnos para observarnos de lejos como un distante faro.
Nos alimentamos de nuestro llanto, nuestro fracaso, y nos huimos nos fugamos sin ni siquiera tocarnos, sin removernos los malditos escombros que forraban nuestros cimientos, a morir sofocados en nuestra propia miseria que cada uno de nosotros había ganado.
Sin perdernos ni encontrarnos, sin tenernos, sin nada.
Sin la sonrisa ni el llanto, solo ahí estampados como retratos inertes, como rocas en medio de la nada...
Y entonces en el fondo sentí que mi corazón ya no latía, mis manos estaban frías, y mi pensamiento apenas exprimía los recuerdos, algo de mi no había llegado conmigo a la isla, algo había quedado abandonado en algún lugar del océano, en alguna isla, o esparcido en toda la travesía.
Eran vano evocar los recuerdos pues no lograban saltar alguna emoción, como hojas marchitas que lleva el viento, el olvido comenzó a llevarse mis emociones, que cada vez sentía menos, hasta que sentí que el árbol derrochaba melancolía y que la roca era aun más sensible que mi cuerpo, los inviernos eran mas cálidos que mi piel, porque aun yo me abrigaba de ellos.
Clamé por mis sentimientos que vinieran a levantarme, clamé por ellos que encendieran la hoguera que congelada estaba en mi pecho, los clamé pero no llegaron y entonces, desee amarla nuevamente, desee que mi corazón sangrara por ella, que mis ojos la lloraran, y mis plegarias la pidieran. Busqué alimentarme de algún recuerdo, de alguna esencia que el viento llevara a mi isla, buscaba en la noche alguna constelación de las que había formado la trajeran a mi pecho, pero ya todo estaba ausente, todo ido, la noche ya no me mostró mas constelaciones de donde formar su rostro, escribir su nombre.
Todo se había desvanecido, por primera vez sentí a mi cuerpo vacío, caminaba sin saber, miraba sin ver nada, nada parecía tener un significado. El sonido parecía monótono, que una y otra vez volvía a repetirse. Un silbido tenue y continuo saturaban mis oídos, los matices y otros cantos se envolvían en aquel sonido y perecían en el para llegar muertos a mis oídos.
Las razones no pesaban, y caminaba ya sin estar anclado a nada, la libertad se convirtió en mi prisión entonces y mi victoria no sabia a nada…
Ahí como victoria, había logrado reinar sobre los cadáveres de mis sentimientos, habían escapado de la travesía solo para sentirme un muerto en mi isla. Tuve mi propio mandato, carentes de súbditos.
Después de todo había naufragado en mi propia isla, había naufragado en mi propio cuerpo, mi corazón se había ahogado en mi propio pecho…
Fue proteger a la rosa del sol y enviarla a las penumbras…
Fue proteger mi barca del mar, y enviarla al desierto…
Aquí se encuentra nuevamente el camino, un nuevo inicio me espera, y por ahora reposa en el mañana, esperando despertar como el sol despierta las flores.
Un nuevo viaje se aproximará, y mi barca quizás nunca será lo suficientemente fuerte para domar los mares, en cada nuevo inicio fortaleceré mi barca he irrumpiré en aguas desconocidas, que me deparen nuevas aventuras, nuevos sueños, y me llenen de sed de deseos, de despertar nuevamente a este inerte corazón que se ha consumido en mi pecho, de ver nuevamente sangre de mis heridas, y luz en mis ojos.
Ya el sol se oculta en el mar ha caído el día y se levanta la noche…
- Así terminaba la penúltima hoja de todas las anotaciones y narración de aquella travesía, parecía haber terminado así toda su historia, y haber pasado largo tiempos sin escribir nada, todas aquellas hojas con su aspecto podían contar cuanto tiempo llevaban en el olvido, unas mas que otras, la ultima hoja parecía estar en mucho mejor condiciones, y daba explicación de lo que había sucedido con aquel navegante y la razón por la cual no se encontraba en la isla.
Anotación de la última hoja
- Mis palabras que ahora caen, trae un recuerdo de un pasado, hoy cantan otra melodía, entonan otro canto en un mismo compás, porque de aquí no pensé retomar el mar, pasé días pensando si demoler mi barca pero las lejanas esperanzas que hicieran arder aquella extinta llama, me dejaban con los deseos encontrados de hacerlo y con los ánimos de esperar…
- Hace tiempo que por mi isla paso doncella alguna, que tomo tiempo de observar lo que revelaba mi isla, al observar de lejos no pude distinguir mas que por un navegante, los ánimos de salir a encuentro de la persona no habían sido fuertes, pero movieron un poco la curiosidad de hacerlo, y salí a aquel encuentro sin mucho que esperar, y así me aproximé hacia donde se encontraba tal persona, y pude distinguir que se trataba de una doncella. Mis ojos se empaparon por un momento de su rostro, realmente encantador, cabello oscuro, y una bella sonrisa, nos observamos por un largo momento antes de decirnos palabra alguna.
Mis pensamientos entonces se revolvieron después de mucho tiempo, había pasado tiempo desde que me había encerrado en mi isla, tiempo en que no hablaba con alguien, y entonces entre nosotros la armonía se torno cada vez mas palpable, parecía que nos mecíamos en un péndulo invisible que oscilaba suavemente de un extremo otro.
Llegamos a mis costas y la conocí como quien lleva la alegría, la conocí como Beatriz. Así corrió el tiempo y corrimos con él, en coloquios que iniciaban con la partida del sol y perduraban hasta el amanecer, su suave vos, en perfectas notas acariciaban mis oídos, y ahí una y otra vez la oía, si eran las mismas palabras, si la misma historia, no importaba, estaban una vez mas mis oídos atentos, como quien escuchase su mas bella música.
Era su vos la melodía.
Cada vez unimos más nuestros pensamientos, yo en los de ella y ella en los míos, y saltaron ahí el mar de sueños, porque luego la miraba a ella, tomándola de sus pequeñas manos. Hasta que en una noche, el cielo celebró con nuestro encanto, el sol bajo rápidamente para dejarnos adornados con estrellas, y ya como un momento esperado sucumbimos al deseo y escapamos de la espera, besé su suaves labios que apenas lograba sentir mientras ella en puntas de pies alcanzaba los míos, después de ido pareció no existir tal momento en cada espacio en el que pasamos esa noche, ella en un lado de la isla yo en mi cabaña, ambos sé que recordándonos.
Salte con mi alma a quererla, así saltó ella corresponderme, porque los días aquel encanto que se habían perdido en aquellos sueños, aquellos colores que en alto se mostraron, ya habían llegado a mi mundo, ya habían llegado a mi isla, y pintamos así nuestros cuadros yo pintaba en el de ella y ella en el mío, ahí quedamos unidos, como dos notas perdidas que se encuentran y hacen armonía… Ahí quedamos nosotros.
Yo soñando con ella, ella conmigo, dibujando sonrisas en nuestros rostros mientras dormíamos, gritándonos amor, gritándonos el amor, aun sin escucharnos las palabras.
El tiempo ha pasado y ahora partiremos juntos al horizonte, buscando un destino que lleve nuestras almas. Mi pasado lo dejo marcado en estas hojas que el tiempo las acabara, como el pasado traga los recuerdos y llama nuestro futuro, nuestro futuro lleno de sueños y esperanzas, dejaré esta historia en esta pequeña isla que dejo como tumba de aquella travesía, hoy regreso nuevamente al mar, hoy con ella mi corazón late nuevamente, pero ya no se desangra.
Ya las estrellas se están ocultando ha estas horas, el sol las ha empezado a borrar. Ella ya me espera en la costa para marcharnos. Mi corazón esta latiendo fuertemente, aun no se a donde nos llevará el mar, a donde nuestro rumbo, por primera vez ya no siento miedo de dejar esta isla, por primera vez ya no me asusta un pasado…
Ella me esta llamando tenemos que marcharnos. Son estas las primeras letras de un nuevo rumbo, y las ultimas de mi pasado…
- Esa fue la ultima hoja que estaba sobre el diario de navegación, aquella historia, luego de esas anotaciones, solo quise que el mar me respondiera y me hablara de lo que le había deparado aquel navegante, pase días en aquella isla esperando que alguien cruzara cercanamente o llegara una vez mas aquel navegante, del que lo único que conocía de el eran sus notas su nombre estaba hundido en aquella firma que no decía mucho, y que no alcancé a descifrar hasta el día de hoy. No hubo otros nombres en aquella crónica, nombre en su diario, nada que pudiera haberme dicho quien era.
Busqué algunas otras anotaciones y solo encontré notas abandonadas notas perdidas por un lado, algunos poemas que no hablaban mas de su sentimiento…
Hoy me toca partir, continuar mi rumbo, así como este navegante que aquí a dejando marcado su pasado en estas notas, aun vago a veces sin rumbo, a veces sin estrella que me guíe. Ahí vago, con mi esperanza atenta a que una luz la llame.
Dejaré estas notas en este sitió donde nació y murió esta historia, retomo el mar, llevo el recuerdo de una historia de alguien que había muerto, y encontró otra luz. Pienso que los colores de nuestro mundo cambian, de acuerdo con quien lo compartimos, las personas son como lentes de colores, que cada uno te hace ver el mundo de otros matices. Y quien escoge ver su color preferido.
Hoy a mi me toca abandonar esta isla y retornar a mi tierra no muy lejanas de estas costas, he salido en busca de aventuras por breve lapsos, quizás regrese pronto a esta isla en busca de este navegante que hoy ha dejado esta isla solo con el recuerdo de su Naufragio.
La aventura desprendió el velo de mis sueños, mas sin embargo fue el velo de ello que me iluminó más que el sol, y alimentó mas que el pan.
Lentamente mi barca toco tierra, por largo rato pase aun dentro de mi barca, sin dar un paso, sin levantarme siquiera de donde estaba, aun no sabia porque regresaba, alcé mi vista sobre mis espaladas, y vi. el mar que se perdía con el cielo, todas las venturas y desventuras regresaron a mi mente, la realidad de aquellas aventuras me habían dado una opción de regresar a casa, y aquí estaba, aun dudando poner nuevamente mis pies.
Así después de tanto tiempo estaba nuevamente ahí, y finalmente abandoné mi barca, y puse mis pies en la arena, todo parecía que seguía igual en la isla, las costas, las peñas a lo lejos, y aun mi cabaña que al terminar la costa y comenzar la tierra estaba aun intacta, como que el tiempo la hubiera guardado y protegido de toda inclemencia.
Así su interior guardado como por un retrato mostraba que todo seguía en el mismo sitio, llevé mis pocas cosas que llevaba conmigo y las acomode en mi pequeña cabaña, ahí puse mi diario de navegación y las pocas reservas que aun guardaba. Después de todo ello, y con los recuerdos tan frescos de lo que había sido toda aquella travesía tome mi pluma y aun con el recuerdo de Nix y el recuerdo de aquellos deseos, hice la primera anotación en mi tierra después de aquellos viajes:
Anotación en la Isla de Adarga
(Fue mas fuerte la inclemencia, que todas mis fuerzas, cesaron mis fuerzas y se apagó mi sed, sin poder haber sido saciada.)
Porque nos vimos desnudos y mientras abría mis brazos para descubrir mi pecho, tú te cubrías con mis prendas.
Y nos hundimos ahí en un juego continuo que terminábamos y volvíamos a empezar, mientras la piel y nuestras vestimentas se rasgaban ante nuestros ojos y nuestros rostros se empapaban de un resplandor que luego cristalizaba los sueños para que nuestras manos los rozaran e hicieran polvo.
Nuestras ropas se entregaron a las cenizas que luego solo teñían de negro nuestra fortuna.
Y ese fuego se alimento de nuestras emociones y fueron brazas que ardían hasta en nuestros huesos que temblaban de soledad, y buscamos la carne para luego extraviarnos para observarnos de lejos como un distante faro.
Nos alimentamos de nuestro llanto, nuestro fracaso, y nos huimos nos fugamos sin ni siquiera tocarnos, sin removernos los malditos escombros que forraban nuestros cimientos, a morir sofocados en nuestra propia miseria que cada uno de nosotros había ganado.
Sin perdernos ni encontrarnos, sin tenernos, sin nada.
Sin la sonrisa ni el llanto, solo ahí estampados como retratos inertes, como rocas en medio de la nada...
Y entonces en el fondo sentí que mi corazón ya no latía, mis manos estaban frías, y mi pensamiento apenas exprimía los recuerdos, algo de mi no había llegado conmigo a la isla, algo había quedado abandonado en algún lugar del océano, en alguna isla, o esparcido en toda la travesía.
Eran vano evocar los recuerdos pues no lograban saltar alguna emoción, como hojas marchitas que lleva el viento, el olvido comenzó a llevarse mis emociones, que cada vez sentía menos, hasta que sentí que el árbol derrochaba melancolía y que la roca era aun más sensible que mi cuerpo, los inviernos eran mas cálidos que mi piel, porque aun yo me abrigaba de ellos.
Clamé por mis sentimientos que vinieran a levantarme, clamé por ellos que encendieran la hoguera que congelada estaba en mi pecho, los clamé pero no llegaron y entonces, desee amarla nuevamente, desee que mi corazón sangrara por ella, que mis ojos la lloraran, y mis plegarias la pidieran. Busqué alimentarme de algún recuerdo, de alguna esencia que el viento llevara a mi isla, buscaba en la noche alguna constelación de las que había formado la trajeran a mi pecho, pero ya todo estaba ausente, todo ido, la noche ya no me mostró mas constelaciones de donde formar su rostro, escribir su nombre.
Todo se había desvanecido, por primera vez sentí a mi cuerpo vacío, caminaba sin saber, miraba sin ver nada, nada parecía tener un significado. El sonido parecía monótono, que una y otra vez volvía a repetirse. Un silbido tenue y continuo saturaban mis oídos, los matices y otros cantos se envolvían en aquel sonido y perecían en el para llegar muertos a mis oídos.
Las razones no pesaban, y caminaba ya sin estar anclado a nada, la libertad se convirtió en mi prisión entonces y mi victoria no sabia a nada…
Ahí como victoria, había logrado reinar sobre los cadáveres de mis sentimientos, habían escapado de la travesía solo para sentirme un muerto en mi isla. Tuve mi propio mandato, carentes de súbditos.
Después de todo había naufragado en mi propia isla, había naufragado en mi propio cuerpo, mi corazón se había ahogado en mi propio pecho…
Fue proteger a la rosa del sol y enviarla a las penumbras…
Fue proteger mi barca del mar, y enviarla al desierto…
Aquí se encuentra nuevamente el camino, un nuevo inicio me espera, y por ahora reposa en el mañana, esperando despertar como el sol despierta las flores.
Un nuevo viaje se aproximará, y mi barca quizás nunca será lo suficientemente fuerte para domar los mares, en cada nuevo inicio fortaleceré mi barca he irrumpiré en aguas desconocidas, que me deparen nuevas aventuras, nuevos sueños, y me llenen de sed de deseos, de despertar nuevamente a este inerte corazón que se ha consumido en mi pecho, de ver nuevamente sangre de mis heridas, y luz en mis ojos.
Ya el sol se oculta en el mar ha caído el día y se levanta la noche…
- Así terminaba la penúltima hoja de todas las anotaciones y narración de aquella travesía, parecía haber terminado así toda su historia, y haber pasado largo tiempos sin escribir nada, todas aquellas hojas con su aspecto podían contar cuanto tiempo llevaban en el olvido, unas mas que otras, la ultima hoja parecía estar en mucho mejor condiciones, y daba explicación de lo que había sucedido con aquel navegante y la razón por la cual no se encontraba en la isla.
Anotación de la última hoja
- Mis palabras que ahora caen, trae un recuerdo de un pasado, hoy cantan otra melodía, entonan otro canto en un mismo compás, porque de aquí no pensé retomar el mar, pasé días pensando si demoler mi barca pero las lejanas esperanzas que hicieran arder aquella extinta llama, me dejaban con los deseos encontrados de hacerlo y con los ánimos de esperar…
- Hace tiempo que por mi isla paso doncella alguna, que tomo tiempo de observar lo que revelaba mi isla, al observar de lejos no pude distinguir mas que por un navegante, los ánimos de salir a encuentro de la persona no habían sido fuertes, pero movieron un poco la curiosidad de hacerlo, y salí a aquel encuentro sin mucho que esperar, y así me aproximé hacia donde se encontraba tal persona, y pude distinguir que se trataba de una doncella. Mis ojos se empaparon por un momento de su rostro, realmente encantador, cabello oscuro, y una bella sonrisa, nos observamos por un largo momento antes de decirnos palabra alguna.
Mis pensamientos entonces se revolvieron después de mucho tiempo, había pasado tiempo desde que me había encerrado en mi isla, tiempo en que no hablaba con alguien, y entonces entre nosotros la armonía se torno cada vez mas palpable, parecía que nos mecíamos en un péndulo invisible que oscilaba suavemente de un extremo otro.
Llegamos a mis costas y la conocí como quien lleva la alegría, la conocí como Beatriz. Así corrió el tiempo y corrimos con él, en coloquios que iniciaban con la partida del sol y perduraban hasta el amanecer, su suave vos, en perfectas notas acariciaban mis oídos, y ahí una y otra vez la oía, si eran las mismas palabras, si la misma historia, no importaba, estaban una vez mas mis oídos atentos, como quien escuchase su mas bella música.
Era su vos la melodía.
Cada vez unimos más nuestros pensamientos, yo en los de ella y ella en los míos, y saltaron ahí el mar de sueños, porque luego la miraba a ella, tomándola de sus pequeñas manos. Hasta que en una noche, el cielo celebró con nuestro encanto, el sol bajo rápidamente para dejarnos adornados con estrellas, y ya como un momento esperado sucumbimos al deseo y escapamos de la espera, besé su suaves labios que apenas lograba sentir mientras ella en puntas de pies alcanzaba los míos, después de ido pareció no existir tal momento en cada espacio en el que pasamos esa noche, ella en un lado de la isla yo en mi cabaña, ambos sé que recordándonos.
Salte con mi alma a quererla, así saltó ella corresponderme, porque los días aquel encanto que se habían perdido en aquellos sueños, aquellos colores que en alto se mostraron, ya habían llegado a mi mundo, ya habían llegado a mi isla, y pintamos así nuestros cuadros yo pintaba en el de ella y ella en el mío, ahí quedamos unidos, como dos notas perdidas que se encuentran y hacen armonía… Ahí quedamos nosotros.
Yo soñando con ella, ella conmigo, dibujando sonrisas en nuestros rostros mientras dormíamos, gritándonos amor, gritándonos el amor, aun sin escucharnos las palabras.
El tiempo ha pasado y ahora partiremos juntos al horizonte, buscando un destino que lleve nuestras almas. Mi pasado lo dejo marcado en estas hojas que el tiempo las acabara, como el pasado traga los recuerdos y llama nuestro futuro, nuestro futuro lleno de sueños y esperanzas, dejaré esta historia en esta pequeña isla que dejo como tumba de aquella travesía, hoy regreso nuevamente al mar, hoy con ella mi corazón late nuevamente, pero ya no se desangra.
Ya las estrellas se están ocultando ha estas horas, el sol las ha empezado a borrar. Ella ya me espera en la costa para marcharnos. Mi corazón esta latiendo fuertemente, aun no se a donde nos llevará el mar, a donde nuestro rumbo, por primera vez ya no siento miedo de dejar esta isla, por primera vez ya no me asusta un pasado…
Ella me esta llamando tenemos que marcharnos. Son estas las primeras letras de un nuevo rumbo, y las ultimas de mi pasado…
- Esa fue la ultima hoja que estaba sobre el diario de navegación, aquella historia, luego de esas anotaciones, solo quise que el mar me respondiera y me hablara de lo que le había deparado aquel navegante, pase días en aquella isla esperando que alguien cruzara cercanamente o llegara una vez mas aquel navegante, del que lo único que conocía de el eran sus notas su nombre estaba hundido en aquella firma que no decía mucho, y que no alcancé a descifrar hasta el día de hoy. No hubo otros nombres en aquella crónica, nombre en su diario, nada que pudiera haberme dicho quien era.
Busqué algunas otras anotaciones y solo encontré notas abandonadas notas perdidas por un lado, algunos poemas que no hablaban mas de su sentimiento…
Hoy me toca partir, continuar mi rumbo, así como este navegante que aquí a dejando marcado su pasado en estas notas, aun vago a veces sin rumbo, a veces sin estrella que me guíe. Ahí vago, con mi esperanza atenta a que una luz la llame.
Dejaré estas notas en este sitió donde nació y murió esta historia, retomo el mar, llevo el recuerdo de una historia de alguien que había muerto, y encontró otra luz. Pienso que los colores de nuestro mundo cambian, de acuerdo con quien lo compartimos, las personas son como lentes de colores, que cada uno te hace ver el mundo de otros matices. Y quien escoge ver su color preferido.
Hoy a mi me toca abandonar esta isla y retornar a mi tierra no muy lejanas de estas costas, he salido en busca de aventuras por breve lapsos, quizás regrese pronto a esta isla en busca de este navegante que hoy ha dejado esta isla solo con el recuerdo de su Naufragio.
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Capitulo VII,
Crónica de un naufragio
lunes, 12 de mayo de 2008
Recuerdo de la tierra de Fuego (Crónica de un Naufragio - Fragmento) Capitulo V
Hubieron días de calmas completas, sin nada de que preocuparme y en esos lapsos mi mente vagaba a lo loco, ya sean con recuerdos o con sueños que nunca dejé ir. Jugaba a recordar aquellas viejas travesías, y así se vino de pronto un no muy lejano recuerdo, fue de mi travesía anterior antes de conocer aun la Isla de Adarga.
Aquellas tierras a las que había llegado tiempo atrás, eran tierras extensas, de las cuales no conocí limites, porque siempre mostraban mas tierras, y se perdía el mar.
Todos los que la habitaron la llamaron tierra de fuego, que tanto podría hablar de aquellas tierras, que tanto de aquellos relieves, tanto de lo que fueron misterios, pero si a conocer mucho como rugía en el fondo aquellas tierras, como temblaban y vibraban continuamente, era una tierra de fuego verdaderamente, matizada por bellos paisajes que estando en su interior, te escondían un coloso que en muchas de las noches ardía en su cráter la vista de un cíclope endemoniado.
Había tantos en aquellas tierras y mas sin embargo todos éramos conocidos, que cada rostro nos era familiar, así mismo cada nombre, cada voz.
Tendría mucho que decir de estas tierras pero solo hablaré del recuerdo de lo que fue aquella joven, de hermoso rostro, bella sonrisa. María era su nombre. Sus ojos como hicieron temblar mis suelos, mientras mordía mis palabras para no dejarlas escapar, su cabello oscuro, que en suaves curvas bajaban a sus hombros, su delicada piel trigueña, sus brillantes ojos marrones, que como lanzas de fuego atravesaban y hacían arder mis entrañas, hasta dejarme sin agua, y aun con el fuego sin haber podido sofocarlo.
Por mucho tiempo no hice mas que callar, y limitarnos en nuestros juegos, nuestras pláticas, que no pasaban de mucho, de alguna gracia, de alguna pena, saciaba mis momentos con su encanto que me brindaba su risa, su mirada, sus manos que a veces se posaban encima de mis manos y mataba las mías y quietas ahí yacían hasta que sus manos escapaban luego de un vago roce.
A escondidas muchas veces busqué su fragancia para revolcarme en esa esencia y soñar mientras la alborotaba el viento, recuerdo también la noche en que me pose en su lecho, mientras ella estaba ausente en esa noche, y abracé su almohada buscando algún vestigio, alguna esencia, algún cabello que oculto se aferrara a ella. Y derroché ahí mis lamentos de que como a veces mi corazón latía, y mis manos la pedían, que mi piel ardía cada vez que ella la tocaba, y como luego todo hacia implosión por no poder escapar por alcanzarla, por no poder romper un muro que las reprimía, las ahogaba en mi interior, y mis ojos, mi corazón, mi piel, todo se sofocaba cuando ya no la alcanzaba mas de donde en realidad estaba.
Siempre el contemplarla fue derroche de imaginación, cuando me veía tomarla, y desbordarme de sentimientos y emociones que la tomaban a gusto y antojo, mientras ella suspiraba a mis oídos, y se aferraba con sus brazos a mi cuerpo. Como construí ese amor, en sueños y al contemplarla, porque de mi mente ella nunca escapo de aquellos retratos, ella amándome yo amándola, amándonos como locos, saciando cada deseo, como el pan sacia el hambre.
Y así los días trascurrían mientras mi silencio se convertía en incertidumbre, y cada instante comenzaba a reprocharme, y en cada instante en pensar en: Que pasaría si…
Si mi amor escapaba de mi boca y llegara a sus oídos, o que si mis deseos se desbordaban y un día la tomaran por sorpresa.
Así pasaron días, y días en que a veces nos encontrábamos, y entre sus risas y las mías que a veces fluían ya fuera en un juego o en una platica, me detenía a observarla a ver sus labios encendidos, y mis brasas apagadas, ahí cuando mas cerca la tenia, muchas veces la dejé ir, sin haber y ni siquiera intentado clamarle palabra alguna, dejando todo una historia en mano del misterio que nunca conoceré, y no alcanzaré a descubrir.
Mas luego en una noche descubrí lo que en ese tiempo aguardaba a mis impulsos, mientras deambulaba por la costa, la vi a lo lejos y así lentamente me acerqué a ella, ella contemplaba el cielo, estaba sentada con sus piernas flexionadas levemente mientras las envolvía con sus brazos, el viento jugaba con su cabello, y una tenue luz de luna iluminaba sus grandes ojos, llevaba un vestido blanco que cubría hasta sus tobillos, y sus claros pies desnudos tocaban la arena, me acerque lentamente y me detuve frente a sus ojos, una leve sonrisa me hizo la invitación de acompañarla en esa noche, que fue la única que nos hospedó tan solos, tan cerca los dos, la única testigo de las palabras que cruzamos y de lo que aconteció esa noche..
Ahí estábamos los dos uno a la par del otro, como si un espejo reflejara a otro, ella seguía abrazando sus piernas, y sonriendo con el fluir de sus palabras.
Mis manos fueron las primeras traicioneras que vendían mi seguridad, ya mi mente estaba ida en mis deseos, y por un instante ya no escuchaba sus palabras, solo la observaba mientras me hablaba y sonreía, en mi mente no se que volaba, porque no recuerdo. Solo recuerdo a mi corazón latir desenfrenadamente, y en un instante cuando ya otra vez parecía que el temor le ganaría nuevamente a los deseos, mi mano voló rápidamente hacia la de ella, y sin darnos cuenta , la había tomado, mi silencio guardo todas las palabras y pensamientos, pero si mis intenciones hablaron por el silencio. El resto… Fue el morir de una estrella.
Mi rostro quiso tomar el de ella, como muchas veces había pasado en mis historias que narraba en mis sueños, pero mis labios se ahogaron en sus deseos, porque no alcanzaron su boca, y ahí caí con todo el mundo mágico, el cielo quiso caer sobre mis ojos, que reprimieron aquel deseo, su voz rompió aquel silencio, mientras clamó un par de palabras y me dijo: - Lo siento.
Fueron entonces sus palabras, que clamaron en silencio mis sentimientos, porque eran ellos los que en ese instante sangraban, en ese instante perecían en su mar de fantasía…
Y quise despertar, y verme en mi lecho, porque la noche se torno negra y tragó las estrellas que adornaban aquella admirable noche, pero ahí estaba aun ella mirándome con sus bellos ojos, aun paralizándome y ahogando cada palabra, que no pude clamar esa noche, porque me hundí en un silencio estremecedor, apenas interrumpido con aquel leve cantar de la noche, que como vano consuelo apenas rozaron mis oídos.
Así se levantó de donde estábamos en esa noche, y ella corrió, yo quedé ahí, anclado, sepultado por mis propios deseos, que ya escribían un epitafio colmado de melancolía.
Que si ella me quiso, no lo sé lo cierto fue que yo la quise cierto que su sola cercanía me hacia sentir paz, luego de esa noche, aquella cercanía la había perdido, al encontrarla había cierta indiferencia en su rostro, aunque ella tratara de ocultarla, en su mirada la guardaba, y traté de recuperar aquellas charlas que teníamos de antes, aquellos juegos con que las horas de la noche corrían y yo apenas notaba, aquellos roces de sus manos que despertaban mi piel. Aquellas miradas, aquellas sonrisas. Tiempo pasó y poco a poco el tiempo hizo olvido de aquella noche, porque volvieron aquellos juegos y hasta algunos roces, que ahora solo trataba de guardarlos, recolectarlos como quien forma un tesoro.
No volví a volar mas lejos de lo que fueron esas noches, porque nunca mas la tome de sus manos, nunca mas proclame palabra alguna que dictaran mis sentimientos, aquella noche enterré vivos mis sentimientos y deseos, en aquel lugar donde dejé tirado el arco de las flechas de mis deseos, en aquel lugar que junto a ella puse nombre de sagitario.
Y ahí vagando con los lejanos recuerdos busque en mi diario algunas anotaciones que escribí en aquel tiempo, y pasando una hoja tras otra, encontré unas cuantas anotaciones.
Anotaciones de la Tierra de Fuego
Es tu corazón un mar entrañable, donde el sol se pone al morir la tarde. Aquí, me paro tan cerca de ti, sobre un abismo en la montaña, sólo observando tus rompientes en los pies de esta montaña, soñando con caer y sumergirme en tus aguas.
Aquí, a solo un paso de caer solo te observo y sueño pues al entrar en tus aguas me embriagaré de ti y me llevarás a la orilla aunque desees llevarme a la lejanía, y yo, me quedaré aquí empapado de ti, con deseos de sumergirme nuevamente en ti, sin poder llegar contigo al horizonte.
Segunda Anotación
Haz estado en mis sueños y te puedo llamar tan mía,
te siento sin fronteras, te siento infinita,
te siento tan mía, tan propia,
que no te siento ajena,
ni extraña a nada.
Has estado en mis sueños,
y te llamo mía, te siento mía;
y puedo sentirme en ti,
no somos dos, solamente uno,
solamente amor.
Tercera anotación.
La noche vestida de gala, disfrazaba aquel momento perfecto.
¡Ah! Noche Perfecta y tiempo errado.
La noche peso mas en mi pecho que en tus ojos,
Y le entregué a ella mis sueños, mis deseos
y ahora descansan inertes, caídos como rocas ya no viven…
¡Ah si! Hoy solo les escribo epitafios,
porque su agonía tú te la haz llevado.
Cuarta anotación
Así tan inesperado,
como una estrella que se desgarra de la noche,
así partí de un sueño al despertar...
Inesperado, quizás un poco...
Pero te has marchado de mis manos una vez mas
así sin tenerte cerca, o realmente cerca,
los recuerdos batallan por escalar a mi pensamiento
Y traerte consigo, algo ciertamente vago, pero significante.
Tus manos no serán las mías, ni tu beso el mío.
Tu pensamiento siempre un misterio,
una tumba sin nombre.
Y mi angustia será la misma,
mas nunca tendrá calma,
solo resignación.
Será todo esto una historia sin personajes,
sin rumbo, una historia descarriada, que nunca tuvo quien la contara
ni nadie quien la escuchara.
Una estrella solitaria, iluminado
Inmensidad nada mas.
Seguí recordado toda aquella historia, y advertí que nunca comprendí lo que sus ojos deseaban, nunca leí claramente su mirada que nunca logró decirme nada, después de todo mis brazos cayeron en su muda lucha, hoy aun pienso en ello, aun trato de imaginar lo que había en su pensamiento, lo que existía en su corazón, nunca logré verme claramente, todo fue como un reflejo en agua cristalina. Que tenuemente me reflejaba. Todo quedo como universos ocultos, o fue el suyo el que no alcancé a descubrirlo, porque el mió, con pocas palabras, le desnudé mi universo, porque mis ojos le mostraban cada estrella cuando ella los atrapaba en su mirada, mi piel le habló mas de emociones que de las que yo hubiera podido decirle con palabras.
De alguna manera ella entendió mi lenguaje, mas yo nunca entendí el de ella, y así lentamente con el correr del tiempo Maria fue cambiando, hasta que de repente ante mis ojos, ya no la pude reconocer, traté de verla nuevamente pero mis ojos ya no le mostraban las estrellas, todas ellas, todos mis sentimientos y las emociones que nacían con ella, se habían ido con el ya lejano recuerdo de Maria.
Y de entonces esas tierras me fueron extrañas, desconocidas, no encontraba lugar donde hospedarme en la noche, y mis días fueron de deambular buscando un lugar, pasaba por los lugares que me traían aquellos recuerdos que entonces pesaban tanto, porque todo era tan diferente en ese momento…
Escudriñe la tierra busque espacios que me hospedaran, sin encontrar nada, y en una noche, vi. mi barca y vi el mar, aun el mar entonces me pareció mas conocido que aquella tierra, y tome mis cosas, recolecte mis reservas y partí sin pensar mucho de que me depararía…
Lo que el tiempo luego de ello me daría como hogar la Isla de Adarga.
Aquellas tierras a las que había llegado tiempo atrás, eran tierras extensas, de las cuales no conocí limites, porque siempre mostraban mas tierras, y se perdía el mar.
Todos los que la habitaron la llamaron tierra de fuego, que tanto podría hablar de aquellas tierras, que tanto de aquellos relieves, tanto de lo que fueron misterios, pero si a conocer mucho como rugía en el fondo aquellas tierras, como temblaban y vibraban continuamente, era una tierra de fuego verdaderamente, matizada por bellos paisajes que estando en su interior, te escondían un coloso que en muchas de las noches ardía en su cráter la vista de un cíclope endemoniado.
Había tantos en aquellas tierras y mas sin embargo todos éramos conocidos, que cada rostro nos era familiar, así mismo cada nombre, cada voz.
Tendría mucho que decir de estas tierras pero solo hablaré del recuerdo de lo que fue aquella joven, de hermoso rostro, bella sonrisa. María era su nombre. Sus ojos como hicieron temblar mis suelos, mientras mordía mis palabras para no dejarlas escapar, su cabello oscuro, que en suaves curvas bajaban a sus hombros, su delicada piel trigueña, sus brillantes ojos marrones, que como lanzas de fuego atravesaban y hacían arder mis entrañas, hasta dejarme sin agua, y aun con el fuego sin haber podido sofocarlo.
Por mucho tiempo no hice mas que callar, y limitarnos en nuestros juegos, nuestras pláticas, que no pasaban de mucho, de alguna gracia, de alguna pena, saciaba mis momentos con su encanto que me brindaba su risa, su mirada, sus manos que a veces se posaban encima de mis manos y mataba las mías y quietas ahí yacían hasta que sus manos escapaban luego de un vago roce.
A escondidas muchas veces busqué su fragancia para revolcarme en esa esencia y soñar mientras la alborotaba el viento, recuerdo también la noche en que me pose en su lecho, mientras ella estaba ausente en esa noche, y abracé su almohada buscando algún vestigio, alguna esencia, algún cabello que oculto se aferrara a ella. Y derroché ahí mis lamentos de que como a veces mi corazón latía, y mis manos la pedían, que mi piel ardía cada vez que ella la tocaba, y como luego todo hacia implosión por no poder escapar por alcanzarla, por no poder romper un muro que las reprimía, las ahogaba en mi interior, y mis ojos, mi corazón, mi piel, todo se sofocaba cuando ya no la alcanzaba mas de donde en realidad estaba.
Siempre el contemplarla fue derroche de imaginación, cuando me veía tomarla, y desbordarme de sentimientos y emociones que la tomaban a gusto y antojo, mientras ella suspiraba a mis oídos, y se aferraba con sus brazos a mi cuerpo. Como construí ese amor, en sueños y al contemplarla, porque de mi mente ella nunca escapo de aquellos retratos, ella amándome yo amándola, amándonos como locos, saciando cada deseo, como el pan sacia el hambre.
Y así los días trascurrían mientras mi silencio se convertía en incertidumbre, y cada instante comenzaba a reprocharme, y en cada instante en pensar en: Que pasaría si…
Si mi amor escapaba de mi boca y llegara a sus oídos, o que si mis deseos se desbordaban y un día la tomaran por sorpresa.
Así pasaron días, y días en que a veces nos encontrábamos, y entre sus risas y las mías que a veces fluían ya fuera en un juego o en una platica, me detenía a observarla a ver sus labios encendidos, y mis brasas apagadas, ahí cuando mas cerca la tenia, muchas veces la dejé ir, sin haber y ni siquiera intentado clamarle palabra alguna, dejando todo una historia en mano del misterio que nunca conoceré, y no alcanzaré a descubrir.
Mas luego en una noche descubrí lo que en ese tiempo aguardaba a mis impulsos, mientras deambulaba por la costa, la vi a lo lejos y así lentamente me acerqué a ella, ella contemplaba el cielo, estaba sentada con sus piernas flexionadas levemente mientras las envolvía con sus brazos, el viento jugaba con su cabello, y una tenue luz de luna iluminaba sus grandes ojos, llevaba un vestido blanco que cubría hasta sus tobillos, y sus claros pies desnudos tocaban la arena, me acerque lentamente y me detuve frente a sus ojos, una leve sonrisa me hizo la invitación de acompañarla en esa noche, que fue la única que nos hospedó tan solos, tan cerca los dos, la única testigo de las palabras que cruzamos y de lo que aconteció esa noche..
Ahí estábamos los dos uno a la par del otro, como si un espejo reflejara a otro, ella seguía abrazando sus piernas, y sonriendo con el fluir de sus palabras.
Mis manos fueron las primeras traicioneras que vendían mi seguridad, ya mi mente estaba ida en mis deseos, y por un instante ya no escuchaba sus palabras, solo la observaba mientras me hablaba y sonreía, en mi mente no se que volaba, porque no recuerdo. Solo recuerdo a mi corazón latir desenfrenadamente, y en un instante cuando ya otra vez parecía que el temor le ganaría nuevamente a los deseos, mi mano voló rápidamente hacia la de ella, y sin darnos cuenta , la había tomado, mi silencio guardo todas las palabras y pensamientos, pero si mis intenciones hablaron por el silencio. El resto… Fue el morir de una estrella.
Mi rostro quiso tomar el de ella, como muchas veces había pasado en mis historias que narraba en mis sueños, pero mis labios se ahogaron en sus deseos, porque no alcanzaron su boca, y ahí caí con todo el mundo mágico, el cielo quiso caer sobre mis ojos, que reprimieron aquel deseo, su voz rompió aquel silencio, mientras clamó un par de palabras y me dijo: - Lo siento.
Fueron entonces sus palabras, que clamaron en silencio mis sentimientos, porque eran ellos los que en ese instante sangraban, en ese instante perecían en su mar de fantasía…
Y quise despertar, y verme en mi lecho, porque la noche se torno negra y tragó las estrellas que adornaban aquella admirable noche, pero ahí estaba aun ella mirándome con sus bellos ojos, aun paralizándome y ahogando cada palabra, que no pude clamar esa noche, porque me hundí en un silencio estremecedor, apenas interrumpido con aquel leve cantar de la noche, que como vano consuelo apenas rozaron mis oídos.
Así se levantó de donde estábamos en esa noche, y ella corrió, yo quedé ahí, anclado, sepultado por mis propios deseos, que ya escribían un epitafio colmado de melancolía.
Que si ella me quiso, no lo sé lo cierto fue que yo la quise cierto que su sola cercanía me hacia sentir paz, luego de esa noche, aquella cercanía la había perdido, al encontrarla había cierta indiferencia en su rostro, aunque ella tratara de ocultarla, en su mirada la guardaba, y traté de recuperar aquellas charlas que teníamos de antes, aquellos juegos con que las horas de la noche corrían y yo apenas notaba, aquellos roces de sus manos que despertaban mi piel. Aquellas miradas, aquellas sonrisas. Tiempo pasó y poco a poco el tiempo hizo olvido de aquella noche, porque volvieron aquellos juegos y hasta algunos roces, que ahora solo trataba de guardarlos, recolectarlos como quien forma un tesoro.
No volví a volar mas lejos de lo que fueron esas noches, porque nunca mas la tome de sus manos, nunca mas proclame palabra alguna que dictaran mis sentimientos, aquella noche enterré vivos mis sentimientos y deseos, en aquel lugar donde dejé tirado el arco de las flechas de mis deseos, en aquel lugar que junto a ella puse nombre de sagitario.
Y ahí vagando con los lejanos recuerdos busque en mi diario algunas anotaciones que escribí en aquel tiempo, y pasando una hoja tras otra, encontré unas cuantas anotaciones.
Anotaciones de la Tierra de Fuego
Es tu corazón un mar entrañable, donde el sol se pone al morir la tarde. Aquí, me paro tan cerca de ti, sobre un abismo en la montaña, sólo observando tus rompientes en los pies de esta montaña, soñando con caer y sumergirme en tus aguas.
Aquí, a solo un paso de caer solo te observo y sueño pues al entrar en tus aguas me embriagaré de ti y me llevarás a la orilla aunque desees llevarme a la lejanía, y yo, me quedaré aquí empapado de ti, con deseos de sumergirme nuevamente en ti, sin poder llegar contigo al horizonte.
Segunda Anotación
Haz estado en mis sueños y te puedo llamar tan mía,
te siento sin fronteras, te siento infinita,
te siento tan mía, tan propia,
que no te siento ajena,
ni extraña a nada.
Has estado en mis sueños,
y te llamo mía, te siento mía;
y puedo sentirme en ti,
no somos dos, solamente uno,
solamente amor.
Tercera anotación.
La noche vestida de gala, disfrazaba aquel momento perfecto.
¡Ah! Noche Perfecta y tiempo errado.
La noche peso mas en mi pecho que en tus ojos,
Y le entregué a ella mis sueños, mis deseos
y ahora descansan inertes, caídos como rocas ya no viven…
¡Ah si! Hoy solo les escribo epitafios,
porque su agonía tú te la haz llevado.
Cuarta anotación
Así tan inesperado,
como una estrella que se desgarra de la noche,
así partí de un sueño al despertar...
Inesperado, quizás un poco...
Pero te has marchado de mis manos una vez mas
así sin tenerte cerca, o realmente cerca,
los recuerdos batallan por escalar a mi pensamiento
Y traerte consigo, algo ciertamente vago, pero significante.
Tus manos no serán las mías, ni tu beso el mío.
Tu pensamiento siempre un misterio,
una tumba sin nombre.
Y mi angustia será la misma,
mas nunca tendrá calma,
solo resignación.
Será todo esto una historia sin personajes,
sin rumbo, una historia descarriada, que nunca tuvo quien la contara
ni nadie quien la escuchara.
Una estrella solitaria, iluminado
Inmensidad nada mas.
Seguí recordado toda aquella historia, y advertí que nunca comprendí lo que sus ojos deseaban, nunca leí claramente su mirada que nunca logró decirme nada, después de todo mis brazos cayeron en su muda lucha, hoy aun pienso en ello, aun trato de imaginar lo que había en su pensamiento, lo que existía en su corazón, nunca logré verme claramente, todo fue como un reflejo en agua cristalina. Que tenuemente me reflejaba. Todo quedo como universos ocultos, o fue el suyo el que no alcancé a descubrirlo, porque el mió, con pocas palabras, le desnudé mi universo, porque mis ojos le mostraban cada estrella cuando ella los atrapaba en su mirada, mi piel le habló mas de emociones que de las que yo hubiera podido decirle con palabras.
De alguna manera ella entendió mi lenguaje, mas yo nunca entendí el de ella, y así lentamente con el correr del tiempo Maria fue cambiando, hasta que de repente ante mis ojos, ya no la pude reconocer, traté de verla nuevamente pero mis ojos ya no le mostraban las estrellas, todas ellas, todos mis sentimientos y las emociones que nacían con ella, se habían ido con el ya lejano recuerdo de Maria.
Y de entonces esas tierras me fueron extrañas, desconocidas, no encontraba lugar donde hospedarme en la noche, y mis días fueron de deambular buscando un lugar, pasaba por los lugares que me traían aquellos recuerdos que entonces pesaban tanto, porque todo era tan diferente en ese momento…
Escudriñe la tierra busque espacios que me hospedaran, sin encontrar nada, y en una noche, vi. mi barca y vi el mar, aun el mar entonces me pareció mas conocido que aquella tierra, y tome mis cosas, recolecte mis reservas y partí sin pensar mucho de que me depararía…
Lo que el tiempo luego de ello me daría como hogar la Isla de Adarga.
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Capitulo V,
Crónica de un naufragio,
Tierra de Fuego
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